Ella disfrutaba de la dulce compañía de la soledad, la amiga
más fiel que había conocido en su larga vida.
En muchas ocasiones deseaba desaparecer, volverse una
persona anónima, poder caminar sin que algún dedo la apuntara o las cabezas se giraran.
Cuántas veces habrá deseado
estar sola en el mundo, cuando llegaba a un valle perdido y entre la maleza abría
sus brazos y sentía la libertad más absoluta, lejos de artificios tecnológicos
que la pudieran entretener.
Cuando subía por una montaña, el pulso se le aceleraba y su
respiración se entrecortaba, ansiosa por alcanzar la cumbre y vislumbrar la
naturaleza en todo su esplendor. En lo
alto sentir que podría tocar las nubes, que la pureza del aire le rompe los
pulmones y que alrededor no existe más que ella.
Al sentarse en el margen del río, desnudando sus pies y
dejando que el agua fría le despierte escalofríos, con los peces y los cangrejos,
que se esconden tímidamente, como únicos testigos de sus aventuras.
Las piedras de los senderos se manifiestan como trabas que
tiene que ir sorteando, los espinos se enganchan en su ropa, y a pesar de las heridas que le producen,
no puede detenerse en su proyecto de encontrarse a sí misma. De ver qué le depara el final del camino.
Allí, sólo ella y Soledad.
Acariciaba la idea de dejar atrás todo y todos los que la conocen,
de abandonarse en un mundo lejano donde pueda volver a sentirse una persona
completa, sin ataduras de ningún tipo, sin presencias molestas. Eres tú quien
me acompaña, Soledad.
¿Y si lo intentara? ¿Y si llevara sus planes a cabo? Seguro
que se montaría un buen revuelo, pero se decía que la fe mueve montañas, y las
va a sobrevolar.
Respira, mira arriba, oye las voces que te reclaman. Ahí
está, te estaban buscando.
La soledad es blanca y el destino impredecible. Sólo espero
que den conmigo.
2 comentarios:
Precioso el post y preciosa la canción de Amaral! Suerte con tu blog y adelante con tus sueños.
Muchas gracias por tus palabras, Josefina!!
Publicar un comentario