martes, 4 de enero de 2011

El pop hipnagógico

Emeralds - Mark McGuire

Cuando parece que todo está inventado y que no se puede innovar, nos agarramos a eso de que la pureza está en la mezcla. A falta de más colores siempre podremos hacer combinaciones, y eso mismo pasa con la música hoy en día. Acuñamos términos nuevos para géneros que no dejan de ser híbridos de otros más familiares, aprovechando la diversidad de la que disponemos y que como si fueran chicles, se pueden estirar hasta donde la imaginación nos lleve.

El triunfo de These New Puritans en la revista NME no es más que la prueba irrefutable de que una nueva vertiente de rock progresivo, ese grano en el culo para los indies, no está haciendo más que aterrizar en los cuerpos de expresiones modernas como glo-fi o pop hipnagógico.

Si nos remontamos a los orígenes, los años 80 y 90, donde bandas como la ELO o The Alan Parsons Project o a la ola new age comandada por Vangelis, Jean Michel Jarre o Mike Oldfield, entonces tenemos las columnas principales del edificio que forma la nueva generación progresiva. Impensable terminar una canción en menos de tres minutos, así como centrarnos en un verso y estribillo que se repiten en bucle. Nada de compactaciones y limitaciones. Lo que vamos a hacer es volverlo grandioso, en duración y formato. Construcciones catedralicias, desbordadas, repletas de efectos en el que todo vale con sintetizadores que producen un sinfonismo audaz y elocuente.

Llevamos años etiquetando de esta manera gente como Muse, Sigur Rós o Radiohead, pero últimamente estamos escuchando estos términos imposibles que se engloban en el mismo saco y que aportan a su sonido una tonalidad de color sutilmente diferente.


El periodista David Keenan en Agosto de 2009 hizo referencia en la revista The Wire, por primera vez, al pop hipnagógico. Palabreja donde las haya. El estado hipnagógico, para aquellos que “raramente” no lo sepan, es aquel que se produce en el momento en que la vigilia se confunde con el sueño profundo y en el que la actividad cerebral se dispara, mientras que las funciones vitales del cuerpo se reducen al mínimo. Para que nos entendamos en lo que aquí se refiere, estos artistas retoman de su infancia recuerdos musicales, que derivan en la mayoría de los casos de la década de los ochenta, y presentan sus proyecciones con capas y más capas que parecen provenir de universos indeterminados.

Hay que ser muy elitista para separarles del amplio conjunto que reúne nombres actuales como The Mars Volta, Fuck Buttons, Holy Fuck o Mogwai, que abusan del exceso para alargar sus composiciones añadiendo texturas sin descanso, escupiendo ese sinfonismo que han mamado de pequeños en esos maestros del new age o en el klautrock, un género desconocido pero muy bien considerado, cuyos cabezas eran Cluster o Tangerine Dream, entre otros.

Lo analógico es la biblia de los hipnagógicos. Rehúsan los ordenadores a no ser que sea para presentar algún contado simple o secuenciar ritmos. Nunca como elemento protagonista.

Estos personajes aman lo artesanal y la improvisación y cacharrean con lo que hay a su alrededor, todo lo que pueda emitir cualquier clase de soniquete.


Empezaremos a conocer a los culpables: los alumnos aventajados, los de mayor actividad cerebral, son, en palabras de la revista GO, Broadcast y Ghost Box con sus library music retrofuturista, los collages mugrientos de James Ferraro, el gusto por los drones de Pocahaunted, la psicodelia con tintes operísticos de Zola Jesus, el ambient pop sintético de Oneohtrix Point Never, la visión cósmica de Emeralds y Solar Bears o los mantras alucinados de Ariel Pink’s Haunted Grafitti. Si estáis tan perdidos como yo con esto de los drones, parece ser que no es más que un efecto sonoro o vocal en el que una nota o acorde se repite sucesivamente en toda o parte de una pieza. Además, según la wikipedia, esto no es que sea una moda de este siglo ni mucho menos, sino que los drones ya se incluían en composiciones de Beethoven o Haydn.

Otro escritor de The Wire, aludía a la falta de prejuicios que uno tiene que tener a la hora de acercarse a las propuestas hipoalergénicas, digooo, hipnagógicas. Como toda moda, son muchos los que se suben al carro, y el burro no puede con tanto personal, por lo que en los más de treinta discos que sólo James Ferraro publicó en el 2009, el cual edita todo lo que se le pasa por la cabeza, y suerte que el chico tiene medios para hacerlo, es de cajón pensar que habrá mucha paja. Demasiados se suman a la nueva escena y varios sellos se han especializado en el término, llegando a ser ingesta la cantidad de pasajeros que puede arrastrar el burro.

Lo bueno de este amor por lo analógico es que estamos recuperando soportes que parecían enterrados para el resto de nuestros días, como el vinilo y los casetes. Una pasión fundada en la recuperación para el mercado de discografías de grupos abandonados como los antes mencionados Cluster, o Amon Düul, que han influido notablemente en esta corriente a la hora de crear exposiciones minimalistas, cósmicas o electroacústicas.

Que nada de esto nos suene a chino, por lo que lo mejor es escuchar algunos de los ejemplos aquí presentados y sumirnos en un profundo sueño, imaginando nuestro impredecible futuro como una carrera a cien por hora, deprisa y sin segundos para recapacitar.

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