La cantidad ingesta de música que se lleva produciendo en todos estos años provoca que sea imposible ya hacerse conocido con algo original. Ya sabéis, todo está inventado, y a no ser que te dediques a destacar por estrafalarias pintas a lo Lady Gaga o Nicki Minaj, no se consigue llamar la atención. En la era internet, la música está haciéndose hueco primeramente por lo visual, más que por lo musical en sí.
Luego llegan chavalinas como Chelsea Redfern, sacada del X Factor inglés, con una canción como millones que hemos escuchado y, me imagino, pensarán que se van a hacer con un sitio en el mercado.
Llevamos años, qué digo, décadas, escuchando las mismas pusilánimes chicas que hablan sobre cómo sus babys les han roto el corazón y lo mucho que espera que vuelvan juntos para empezar de nuevo. "You've got my heat in your hand", "I still feel your hands running through my hair", son frases de amor de una inspiración que ni Shakespeare en sus momentos más creativos. Para las nuevas generaciones que no tienen el disco duro con tantos datos como los que ya tenemos una edad, quizás esto les parezca lo más de lo más, y tampoco es cuestión de quitarles la ilusión y decirles que cantantes así han salido por decenas durante los 90 y en el olvido se han quedado.
La fórmula del éxito en estos tiempos es difícil de nombrar. Tenemos casos como el de Adele que no concuerdan con Rihannas, Beyoncés o Katy Perrys. Puede que al final lo que prevalezca sea la música, pero está claro que sin una buena operación de marketing, ni la mayor promesa del mundo va a conseguir hacer nada.
Lo bueno de Chelsea es que, aunque no venga a contarnos nada nuevo, a los chavales, que es al público que apunta, les servirá de desintoxicante en estos tiempos de reggaeton, hiphop y demás piltrafas de géneros. Algo bueno tiene.
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