La banda de Dan Gillespie no está atravesando un buen momento, que se diga. A pesar de la reciente publicación de "Together we were made", un extenso disco de 26 canciones en su versión deluxe en el que es fácil decir cuál es la mejor y difícil decantarse por la peor, los números no les cuadran.
Primero, después de debutar en el #1 con sus dos primeros álbums, ver cómo el tercero se estrena en el #22 no debe dejar muy buen feeling. El single ni siquiera charteó entre los 50 primeros y el disco amenaza con desaparecer de ese ranking la semana que viene. Mal asunto para un trabajo tan elaborado.
Y si a eso le sumamos las pésimas críticas que están recibiendo, los pobres van a tener que plantearse seriamente su continuidad como banda. No debe de haber sido la mejor decisión de sus vidas contratar a The Freemasons como productores y tanto tiempo en paréntesis ha provocado que el Reino Unido se acabe olvidando de ellos, o peor aún, ninguneándolos.
No es de extrañar si escuchamos el "Set my world on fire", una canción tan ñoña como prescindible. Si ya apuntaban maneras de pijos con horchata en vez de sangre, aquí lo han confirmado con creces. El resto del disco no es mejor. Una lástima.
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